Episodio XV: Robots

Episodio XV: Robots

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Yo, robot: me mira desde la repisa (con cara de carnero degollado, diría mi abuela) y aunque me repito que no, que es imposible, siento que me sigue con la vista. Sus dos faroles amarillos se clavan en todo lo que hago. ¿Será que, como camina con cierta soltura, tiene una ilusión de autonomía? ¿Acaso olvida que para que eso suceda yo tengo que darle cuerda? El futuro estará plagado de psicólogos que analizarán el trauma mayor de las máquinas: creerse humanas. Aun con su pecho poblado de cables ahí donde debería haber vellos, el robot Jaime reclamaba para sí los mismos derechos laborales que Maxwell Smart o La 99, sus colegas de carne y hueso en Superagente 86, y Robotina, la mucama mecánica de Los supersónicos, exigía con justicia el descanso de un sábado inglés. De aquel pasado con infinita fe en el progreso nos quedaron las imágenes más perdurables de lo que un robot debe ser: el siglo XX llenó de criaturas articuladas los sueños de ciencia ficción. Por eso, la nueva colección de robots a cuerda interpela nuestros recuerdos: ¿quién no se maravilló con las manos como pinzas del mamotreto de hojalata de Perdidos en el espacio o no admiró al maquinón de Metrópolis, con esa testa que era a la vez corona y antena? Aun con distintas habilidades y destrezas (unos capturan extraterrestres o espías y otros hacen la cama en menos de un minuto, ¡tan dispares son!), todos comparten un anhelo: la piel y el pelo, la sangre y el músculo. Pero el robot es un sucedáneo del humano, una versión mejorada en algunos aspectos (no se fatiga ni se enferma) y mucho peor en otros: se oxida y funciona a cuerda. Piensa, sí, pero… ¿siente? Desde la repisa, mi robot de 12 centímetros parece reafirmar su personalidad: “Yo yo”, me dice sin decir mientras me mira mudo. Y aunque técnicamente se llame R-35 y esté galvanizado en color celeste metalizado, lo rebauticé Robi Rosa y no me olvido de darle manija con la llave mariposa por lo menos una vez al día: secretamente me agradece que lo ayude a creerse un poco humano.

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