Episodio I: Letter board

Episodio I: Letter board

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Yo sueño con letras. Es real. Bueno, tanto como puede serlo un sueño (mucho, en mi modesta opinión). De chico tenía una fantasía recurrente: mientras estaba acostado boca arriba en la cama me imaginaba como un liliputiense perdido entre letras del tamaño de Gulliver, letras que llegaban al techo de mi cuarto y que componían las palabras tontas con las que estaba aprendiendo a leer y escribir. “Marisa-amasa-la-masa”. Astuta conocedora de mis sueños y mis pesadillas, mi mamá me hizo un regalo que todavía conservo: una imprentilla, así dijo, que era un juego de caracteres de goma que se montaban sobre guías plásticas y permitía componer oraciones completas. Se usaba como un sello sobre el papel y yo jugaba a ser el director de un diario. Si alguien todavía duda de que exista algo parecido al alma de las cosas le ofrezco la imprentilla como prueba: es una de las posesiones más baratas y más valiosas que tengo (junto con la máquina de escribir que era de mi abuelo, ¡benditas letras!) y de alguna manera determinó que muchos años después yo me hiciera escritor y periodista. Aunque nunca sabremos si fue primero el huevo o la gallina. Yo sueño con letras. Compongo tipografías imaginarias, redacto anuncios mentales, diseño carteles inexistentes. Y entre mis nuevos fetiches está la cartelera con letras removibles. El diseño clásico de fondo negro con caracteres blancos me remite a los carteles del viejo bar de la esquina del colegio (ya no existe) que ofrecía sandwiches y submarinos en un alfabeto incompleto: recuerdo que al gallego, por algún motivo misterioso, le faltaban las íes y las reemplazaba por unos. “SANDW1CHES”. “SUBMAR1NOS”. En mi casa de ahora hay carteles por todas partes pero dos de ellos son los más importantes. Uno está en la cocina, al lado de la cafetera, y explica los tipos de café que puedo preparar a una visita (espresso, cortado o cappuccino: no me saquen de eso). Y el otro está en la biblioteca, al lado de los libros, y muestra los apellidos de mis autores favoritos de este mes. Es lógico, tanto como puede serlo un sueño: a los que fantaseamos con letras nos ilusiona escribir y leer.

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